martes, 8 de enero de 2008

Capítulo 8: La naturaleza de las crisis capitalistas

Marx no perdió de vista los problemas de las crisis, a pesar de que no realizó un examen completo de ellas por ser fenómenos complicados. “La crisis real puede explicarse sólo por el movimiento real de la producción capitalista, de la competencia y del crédito”. La “competencia” y el “crédito” son estructuras de organización de los mercados y el mecanismo financiero que hace la economía real mucho más complicada que los sistemas tipo que fueron analizados en “El Capital”, pero sí encontramos todos los aspectos del problema de la crisis que aparecen en los niveles de abstracción más altos, que se presentan en todo el análisis, aunque no necesariamente en orden lógico. No es posible tratar de las crisis dentro del marco general de la economía política de Marx, sin tomar en consideración los escritos marxistas posteriores sobre el asunto.
La forma de transacción de trueque es M-M, mercancía contra mercancía, en las condiciones de la producción de mercancías desarrollada, la forma de cambio se convierte en M-D-M, mercancía contra dinero contra mercancía. La función y el propósito del dinero es dividir el acto del cambio en dos partes que pueden estar separadas en el tiempo y en el espacio. El productor no está ya obligado a buscar a alguien que tenga lo que él necesita y que, al mismo tiempo, necesite lo que él tiene. El uso de la moneda permite vender su producto cuando está terminado y comprar lo que le hace falta. Se ahorra mucho tiempo y resulta posible la verdadera especialización, base de la productividad incrementada.
Lo que tal vez no es generalmente admitido es el hecho de que la organización de la producción por medio del cambio privado lleva consigo la posibilidad de una crisis inconcebible en una economía más simple, en la que el trabajo estuviera organizado y los productos fuesen compartidos bajo la dirección de una sola autoridad. Mientras que en formas anteriores de sociedad el desastre económico era sinónimo de escasez insólita, en la crisis económica, crisis de sobreproducción, es obvio que la sobreproducción es el resultado de la crisis.
Las razones por las que los productores siguen conductas desorganizadoras en una sociedad reproducción simple de mercancías pueden ser un desastre natural, la guerra o algún otro acontecimiento catastrófico, pero la crisis económica resultante es probablemente una crisis de déficit agudo, más bien que de excedentes invendibles, y a este respecto la producción simple de mercancías no es muy diferente de sociedades más primitivas. El atesoramiento es una explicación concebible de una crisis de la índole descrita. La conclusión es que, excluidos los factores externos, las crisis son posibles pero más bien improbables, o cuando mucho accidentales, bajo la producción simple de mercancías.
La circulación de M-D-M lleva las posibilidades de una crisis, pero al mismo tiempo significa producción para el consumo, y puesto que el consumo es un proceso continuo, hay pocas razones para esperar que las posibilidades se conviertan en hechos.
Los economistas clásicos mostraron su falta de perspectiva histórica en su constante incapacidad para distinguir entre producción simple de mercancías y producción capitalista. Uno de los ejemplos más claros lo ofrece el principio de la “ley de los mercados de Say”, que sostiene que a una venta sigue invariablemente una compra por igual cantidad; que no puede interrumpirse la circulación de M-D-M, y no puede haber crisis de sobreproducción. La tesis de que las crisis y la sobreproducción son improbables bajo la producción simple de mercancías, se convierte en la tesis falsa de que las crisis y la sobreproducción son imposibles en cualesquiera circunstancias. Aceptando la ley de Say, los economistas clásicos cerraron el cambio a una teoría de las crisis. Marx ridiculizó el razonamiento, ya que no está uno obligado a comprar sólo porque ha vendido. La venta y la compra están separadas en el tempo y en el espacio, y el dinero es algo más que “el medio por el cual se efectúa el cambio”; es el medio por el cual el cambio se divida en dos transacciones separadas y distintas, la venta y la compra. Si uno vende y deja de comprar, el resultado es la crisis y la sobreproducción.
La forma de circulación M-D-M, característica de la producción simple de mercancías, se convierte bajo el capitalismo en M-D-M. En lo que concierne al valor de cambio, la M al comienzo y la M al final son idénticas. Desde el punto de vista del valor de uso, la primera M no posee ninguno para su productor, o sólo un pequeño valor de uso, en tanto que la segunda M se desea porque su valor de uso es mayor.
Es erróneo describir al obrero como dominado por el móvil de la ganancia o imaginar que comparte el deseo del capitalista de apropiarse “más y más riqueza en abstracto”. El obrero es estimulado por un deseo de valores de uso, y lo que parece ser “acumulación” en los obreros tiene poco de común con la acumulación del capitalista.
Si la tasa de la ganancia desciende por debajo del nivel ordinario en cualquier industria particular, los capitalistas retirarán su capital de esa industria para colocarlo en otra. Pero si la tasa de la ganancia desciende más allá del nivel ordinario en todas o casi todas las industrias al mismo tiempo, nada puede ganarse con pasar de una a otra. Cuando esto sucede, los capitalistas no están obligados a seguir reinvirtiendo bajo condiciones que deben considerar como desfavorables; pueden posponer la reinversión hasta que las condiciones sean favorables otra vez.
No es verdad que la tasa de la ganancia deba desaparecer o volverse negativa para producir una crisis. Lo único que se requiere es un descenso en la tasa de la ganancia más allá de su nivel ordinario, suficiente para inducir a los capitalistas a retener su capital en forma de dinero, esperando la vuelta de condiciones más favorables.
Los teóricos modernos comienzan en un nivel de abstracción más bajo que Marx: la clase capitalista se divide en dos secciones, la de los empresarios que organizan y dirigen los procesos de la producción, y la de los poseedores de capital en dinero, que suministra bajo la forma de préstamos a interés los fondos que los empresarios necesitan para sus operaciones. El empresario pensará que vale la pena invertir capital mientras la tasa de la ganancia que percibe sea mayor que el tipo del interés que está obligado a pagar. Tan pronto la tasa de la ganancia cae por debajo del tipo de interés el empresario no tiene motivo para invertir; la circulación se interrumpe y sobreviene la crisis.
Si el análisis anterior es correcto, el examen de las causas de la crisis debe hacerse en términos de las fuerzas que operan sobre la tasa de ganancia. A este respecto la ley de la tendencia descendente de la tasa de la ganancia es evidentemente apropiada. Si esta tendencia no se elimina constante y gradualmente, parece claro que el resultado pueden ser las crisis.
La tendencia descendente de la tasa de ganancia fue deducida sobre la base de la suposición de que las condiciones de la ley del valor se satisfacían plenamente. Se supuso que todas las mercancías se vendían en sus valores de equilibrio, por lo que la tasa descendente de la ganancia no era síntoma de desequilibrio en el sistema del valor, aunque si condujese a una crisis, se convertiría entonces en la causa de tal desequilibrio. Si abandonamos la suposición de que todas las mercancías se venden en sus valores de equilibrio, aparece otra causa de descenso de la lucratividad. Los capitalistas pueden estar incapacitados para vender las mercancías en sus valores; si se produce demasiado, el precio de mercado cae por debajo del valor, y la ganancia se reduce o desaparece. Si esto ocurre en un número suficiente de industrias al mismo tiempo, se produce un descenso general de la tasa de la ganancia, seguido de una crisis. En este caso, sin embargo, el descenso de la lucratividad es ya un síntoma de desequilibrio, intensificado ahora por la crisis.

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