miércoles, 17 de octubre de 2007

Desde hace algunas semanas, la población de gran parte del mundo está intranquila. Con la crisis hipotecaria que durante el verano afectó a gran parte de EE.UU, todo el mundo piensa cuándo llegará la crisis a su país, si es que aún no ha llegado. Esta situación puede ser considerada como un síntoma de algo peor, como puede ser la entrada en el período de recesión del ciclo económico. En España hemos comenzado a notar estos síntomas, en primer lugar, con la relativa ralentización del sector inmobiliario, que hasta este momento es uno de los sectores más desarrollados en nuestro país. Con la continua subida de los tipos de interés, las hipotecas se alargan a la vez que se encarecen. De momento no se puede determinar con exactitud la forma en que este posible recesión afectará a España, pero creo que en el caso en que el sector inmobiliario entre en crisis, la situación puede ser insostenible.

A modo de ejemplo, si la crisis se centra en el sector inmobiliario, es probable que se produzca una reacción en cadena, y el alcance real de la recesión sea mayor que lo previsto, aunque de momento sólo son conjeturas. Sin embargo, con esta posible realidad puede ponerse a prueba el llamado "Estado del Bienestar", sobre el que hemos hablado hoy en clase, ya que como en toda recesión, si el número de desempleados aumenta, será imposible que el Estado pueda cumplir su función de proveedor de determinados servicios que son esenciales.

Es conocido que el "Estado del Bienestar" que se ha desarrollado en España no es demasiado eficaz. Esta situación queda reflejada en esa especie de "parches" que los diferentes gobiernos intentan poner, prometiendo de forma repentina ayudas para determinados sectores de la población, ayudas que tienen un marcado carácter electoralista por las fechas en que nos encontramos. Aquí me surge una pregunta: ¿No sería más fácil reformar el sistema para hacerlo más eficaz, que ir poniendo remedios de emergencia para salir del paso? Sólo tenemos que fijarnos en el ejemplo de los países del norte de Europa, con sistemas mucho más eficaces que el nuestro.
En otro orden de cosas, continúa el eterno problema de la situación que se vive en África, un continente que a pesar de ser inmensamente rico en recursos naturales sigue siendo explotado, y cada vez más sumido en la pobreza. ¿Cuándo desapareció en nosotros el sentimiento de solidaridad hacia los demás? Porque, al fin y al cabo, todos somos seres humanos, iguales y supuestamente con los mismos derechos y obligaciones. Por esta razón no logro comprender por qué nos portamos tan mal los unos con los otros.

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